La evaluación de la práctica docente es un aspecto de nuestra tarea como docentes que nos quita el sueño.
En las programaciones se nos pide este apartado y es uno de los apartados más importantes, pero la realidad es que no se nos dan herramientas para poder llevarlo a cabo.
En la Comunidad Valenciana hace unos años se confeccionó un documento que permitÃa la evaluación docente. Era un cuestionario con muchas preguntas para que el docente se auto-evaluara, pero tenÃa una serie de inconvenientes.
Ese documento no aportaba soluciones, era un simple documento para la "auto-reflexión" que nos hacÃa pensar en qué deberÃamos tener en cuenta o que no, pero el simple hecho de ir marcando cruces no suponÃa una evaluación verdadera de nuestra práctica.
¿Qué habrÃa pasado si ese documento aportara soluciones reales ante el hecho de valorarnos como insuficientes en algún apartado? probablemente asà sà que habrÃamos aprendido algo y hubiéramos puesto remedio para que el curso siguiente nuestra evaluación mejorara, pero seamos realistas, la mayorÃa de documentos acabaron en la papelera y la otra mitad obtuvieron una valoración más que positiva (sin ni siquiera leer los apartados a evaluar).
Entonces, ¿qué tiene que hacer un docente para saber si su tarea frente a grupos de alumnos es la correcta? En mi opinión, fijarse en cómo trabajan sus alumnos, qué competencias han adquirido (ya lo sé, he dicho la palabra prohibida en los conservatorios...), cómo han evolucionado desde el principio hasta el final de curso... y plantearse si los instrumentos o elementos que ha utilizado durante el curso son los que les ha permitido conseguir, o no, lo propuesto en septiembre.
A partir de esas reflexiones es cuando el docente aprende y puede mejorar. Podemos hacer rúbricas, tablas evaluativas, dianas... pero no hay nada como la auto-reflexión.
Por tanto, afirmo con toda mi convicción que la reflexión es la clave y los alumnos son el resultado de nuestra práctica. Fijémonos en ellos.